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P ara él, los mismos eternos segundos de siempre y nada sale de su boca. En la caja del supermercado, con una pequeña fila de gente atrás, el cajero lo mira esperando una respuesta y ve su boca abierta con la mandíbula trabada. Las personas que tartamudean enfrentan asiduamente situaciones que impactan en la autoestima, en sus actividades cotidianas y amistades.

En muchos casos una de las palabras más difíciles de pronunciar es el nombre, pero afortunadamente casi nunca decimos nuestros nombres, ¿o sí? Solo hay que decirlo cuando te presentan gente nueva, o cuando te toca contestar el teléfono o hacer una llamada, cuando necesitas hacer trámites en bancos, gimnasios, empresas de cable, etc., ahora hasta para pedir un café en Starbucks. Sí, es bastante más común de lo que imaginabas. Quienes hablamos con fluidez damos por sentado este tipo de situaciones que para muchos presentan un enorme desafío. El niño que responde “no sé” a su maestro para evitar dar una respuesta larga, el empleado que no logra el ascenso en su trabajo porque no puede hablar en público o quien nunca toma helado de “chocolate” porque pedir ese gusto sería exponerse. La tartamudez interfiere con la vida social, el trabajo y el estudio.

Quienes hablamos con fluidez damos

por sentado situaciones que para muchos

presentan un enorme desafío

¿Qué es la tartamudez?

La tartamudez afecta la fluidez del habla. Comienza durante la niñez y en algunos casos dura toda la vida. Este trastorno se caracteriza por las interrupciones en la producción de los sonidos del habla, también denominadas “disritmias” o “disfluencias”. Debemos saber que por momentos todos experimentamos disfluencia en el habla y eso es normal. Si están cansados, los niños pueden volverse disfluentes. Si están nerviosos o en situaciones estresantes los adultos se vuelven disfluentes, probablemente a ti te haya pasado alguna vez. Si las disfluencias se vuelven frecuentes, se lucha contra ellas y/o se evitan entonces es posible que se pueda clasificar como tartamudez.

Como fonoaudióloga y madre de dos hijos en edad preescolar noté rápidamente disfluencias en el habla de mi hijo mayor. Las disfluencias comenzaron repentinamente sobre los 3 años y medio retornando de unas vacaciones, en medio de los traslados y trámites de migraciones en el aeropuerto y luego en el avión se agudizó. Empezó de un segundo para otro, como si hubiesen subido un interruptor en su cerebro. Las investigaciones afirman que la mayoría de los casos de tartamudez comienzan entre el inicio del habla y la pubertad, más frecuentemente entre los 2 y 5 años. ¿Qué pasó con mi hijo y su episodio de tartamudez? Adoptamos en casa los abordajes indirectos de la fluidez que veremos más adelante y logró resolverlo sin intervención profesional en poco menos de un mes. ¿Me preocupé en ese momento? Claro que sí, ¡y mucho! Hay situaciones en donde el instinto de madre pesa mucho más que la profesión y además quedaba un estresante vuelo de 10 horas por delante que no hacía más que empeorar la situación. Sin embargo, más allá de disparar una alerta la tartamudez no era algo que me angustiase, ¿pero por qué?

En primer lugar, miremos las estadísticas:

  • La prevalencia de la tartamudez (número total de casos de tartamudez en un momento determinado) es extremadamente baja, alrededor del 1% en los niños pre-púberes.
  • La incidencia (número de personas que han tartamudeado en algún momento de sus vidas) es del 5%.

La diferencia entre la incidencia y la prevalencia indica que la mayoría de las personas se recuperan de los episodios de tartamudez.

Sumado a ello es común en niños en edad preescolar la aparición de algunas repeticiones de palabra o frase, interjecciones y revisiones en su habla. En otras palabras, la disfluencia es la norma en los pequeños que están adquiriendo la complejidad del lenguaje. Para expresar pensamientos e ideas necesitamos procesar información relevante al tema, organizar el pensamiento en una forma gramaticalmente correcta y establecer una semántica precisa (ver también Mi Hijo Tiene Dos Años Y No Habla). Las disfluencias pueden obrar a favor del orador principiante “ganando tiempo”.

Disfluencias típicas y atípicas

¿Cuáles son las disfluencias típicas observables en niños en edad preescolar? Aquí les va la lista:

Repeticiones – sonido (t-t-t-tren), sílaba (pe-pe-pero) o palabras de una sílaba (Yo-yo-yo me quiero ir).

Interjecciones – uso de “rellenos” (¿Por qué no –ehhhh- pedimos –ehh- -ehh- -¿cómo es?- pizza?). La persona espera tener problemas en hacer la transición de pedimos a pizza y produce “rellenos” hasta que logra decir la palabra “pizza” con soltura.

Por último, la tartamudez incipiente tiene características diferentes a las disfluencias típicas. Se caracteriza por más disfluencias dentro de la palabra, prolongaciones sonoras y palabras rotas.

Ok, buen dato, pero entonces ¿cuáles son las disfluencias atípicas?

Bloqueos / palabras rotas – paro del flujo de aire o del habla. El bloqueo del discurso se manifiesta cuando la boca está en posición para emitir un sonido, algunas veces durante varios segundos, llegando a emitir sólo un sonido parcial o sin emitir sonido alguno. Después de un esfuerzo, es posible que la persona complete la palabra.

Prolongaciones – articulación sostenida de un sonido durante mucho tiempo (ppppppppppppppero).

Tensión mientras se habla – esfuerzo para “hacer salir” las palabras.

Frases incompletas – La idea y el contenido de un enunciado no se completan y no se trata de un ejemplo de repetición de frase.

Muy bien, disfluencias típicas y atípicas y la pregunta del millón ¿qué hago si noto que el habla de mi hijo se torna irregular?

Si las disfluencias caen en los ejemplos típicos antes listados y el niño no muestra signos de esfuerzo o tensión al hablar, mi consejo es poner foco en abordajes indirectos de la fluidez. Esto incluye hablar más lento con nuestros hijos, mantener el contacto visual durante las disfluencias, atenuar la estimulación excesiva en el ambiente donde se dan las interacciones con nuestros peques (esto es apagar televisores, videojuegos, iPads, etc.) y permitir que el niño pueda terminar de expresar su idea sin asistencia. Igual de importante es respetar los turnos del habla en casa, dar un tiempo para que todos podamos hablar sin interrumpirnos (ver Mi Hijo Es Un Loro). Lo ideal es dejar pasar un mes y luego evaluar nuevamente. Si las disfluencias empeoran o continúan puede ser el momento de consultarlo con tu pediatra quien seguramente te derivará a un fonoaudiólogo para realizar una evaluación formal de la fluidez en el habla.

Si las disfluencias son excesivamente frecuentes, con tensión y estás identificando algunas ocurrencias de disfluencias atípicas se justifica una evaluación profesional inmediata que seguramente incluirá una serie de pruebas, observaciones y entrevistas. No existe un factor definitivo que se pueda utilizar para predecir si el niño continuará tartamudeando. La combinación de ciertos factores puede ayudar al fonoaudiólogo a determinar si es indicado el tratamiento. De ser así, el profesional que realice la evaluación te recomendará los enfoques en el tratamiento de la fluidez basados en las necesidades del niño y los patrones de comunicación de la familia. Para niños en edad preescolar la participación de los padres en el tratamiento es esencial, ya que gran parte de este se lleva adelante en el hogar.

Si te preocupa tu pequeño o aún te quedan preguntas sin responder sobre la tartamudez no dudes en consultarlo con tu pediatra. El sabrá si corresponde o no derivarlo a un fonoaudiólogo. Si necesitas tratamiento o evaluación fonoaudiológica es posible contactarme personalmente haciendo clic aquí.

Lucia Meni Battaglia

Author Lucia Meni Battaglia

Fundadora y directora en Clínica Luminous. Lucía cuenta con vasta experiencia en patología vocal, análisis acústico de la voz, adquisición del lenguaje oral en niños con pérdida auditiva, implante coclear, intervención temprana centrada en la familia y dificultades de aprendizaje. Licenciada en Fonoaudiología egresada con diploma de honor de la Universidad de Buenos Aires y residente de fonoaudiología en el Hospital de Clínicas “José de San Martín” de la misma ciudad, es conocida por sus altos estándares, enfoque honesto y gran capacidad para relacionarse e interactuar con las personas y sus núcleos familiares. Lucía se nutre de la superación de sus pacientes y lo hace con una enorme sonrisa y una gran dosis de pasión.

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